Bienvenido

Hay cosas de las que es mejor no hablar, cosas que se piensan y no se dicen, mucho menos se escriben; especialmente si se cree que puedan saltar de las páginas y en un acto desleal llegar a quienes no son de nuestra confianza. Si las palabras salen de nuestra mente y se vuelven públicas ¿cómo mantener en secreto nuestros más recónditos miedos?

Llevo meses dándole vueltas a la idea de un blog pero la procrastinación, escondida en cada esquina, me hacía guiños invitándome a no hacerlo. No había valido que la falta de objetividad de mi familia me dijera que era el momento, ni su invitación a dejar un testamento de pensamientos para que quienes me sucedan no tengan que preguntarse el motivo de algunas de mis palabras. No había servido el cariño de mis amigos cuyo aprecio es mayor que mis atributos como escribidora. Afortunadamente el Villano, que hay en algunas historias, se me presentó disfrazado de tutor de literatura e inmisericorde me dio un ultimatum. Heme aquí, como todos los domingos a partir de hoy, revolcando el abecedario para cumplir con ese sueño que no tiene más pretensiones que compartir esta pasión que ya es un padecimiento, una enfermedad, que se traduce en un náusea infinita que solo se sana cuando puedo deshacerme de lo que en mi mente se gesta y cumplir este deseo de escribir, escribir, escribir, de sacar de mí el desasosiego, la inquietud, lo que me gusta, lo que me atrae, lo que me indigna, lo que me hace sonreír o  lo que me molesta.

Santolamazza