Lasciami andare

– No sé en dónde dejé las llaves, pero igual tengo que subir. El ascensor se demora. Tiempo para pensar, tiempo para adivinar la razón de esta cita. No quiero comenzar a intuir. Debo subir, me dije, y aquí estoy.

La pantalla muestra el nivel 10, 11, 12 y por fin: piso 13. Reviso nuevamente el fondo de mi cartera. Dentro de un pequeño bolsillo: las llaves. Introduzco una de ellas en la cerradura. Abro la puerta. La ventana está completamente abierta. Una fuerte brisa sopla por todos lados. Una hoja de papel se mueve con el viento a través del espacio. La tomo, comienzo a leerla y de inmediato reconozco su caligrafía:

«Me gusta este lugar, decía, con sus puertas y ventanas, las puertas que giran sobre sus goznes abriéndose lentamente tanto para dejar entrar la mañana como para dejar escapar la noche. Me gustan igualmente las ventanas, esos pequeños ojos que dejan pasar las luces por cualquier rendija, aunque estén medio cerradas. Luces que hieren los cristales hasta perforar el alma. Afortunadamente ahora hay luz, solo puedo sentir miedo cuando la luz se enciende. Nunca he podido buscarme, sin luz, a media noche; sabes que moriría si sintiera miedo y la luz está apagada. Sé también que sabes cuántas veces, a pesar del miedo, he intentado escapar, romper con la rutina, el tedio, la saturación. Llevo tiempo comprometida con mirar, diría mejor con mirarme. Estoy infectada de mí. No puedo negarlo.

Hoy, en esta vivienda tan deshabitada como yo, busco con agonía dentro de los armarios. Aquí tampoco encuentro el contra para el hastío, para la desazón. No existe una vacuna. Pienso en si será mejor llegar a ser o dejarme ir sin haberlo logrado. Es imposible convivir conmigo misma, con este ser como soy, con esta mente llena de quisiera ser, con la podredumbre de la vida dándome vueltas. Siento el acecho de aquello que está próximo. Realizo los movimientos de costumbre en el sentido de las manecillas del reloj, siempre a la derecha, siempre a la derecha, a la derecha. ¿Qué pasaría si me hubiera detenido por un segundo? ¿Si de improviso hubiera comenzado a girar en la dirección contraria, si me hubiera vuelto zurda, si me contagiara de quienes se aventuran a romper sus paradigmas? Podría girar en sentido opuesto a lo esperado, acurrucarme, esconderme dentro de un gran reloj para, desde allí, mover a mi antojo las manecillas, detenerlas, mirar hacia afuera. ¿Las cosas irían al revés? Jamás me agaché por debajo de un espejo para no verme. ¿Por qué no intenté esconderme de mí?

No fui capaz de perderme o tal vez me perdí y lo que no supe fue encontrarme. Me camuflé con la multitud y no pude volver a ser ni blanca ni negra, me fui volviendo gris para fluir con el tumulto dejándome llevar. Estoy emparedada tras un muro mental. Saciada de cansancio por lo mismo; atiborrada de desgano, de abatimiento, de la desgastante lista de resbalones, de equivocaciones con las que me he ido intoxicando.

Quise llegar a mí misma, dejar de mirar la vida hacia atrás sobre mi hombro. Busqué constantemente mi futuro, pero me encontré atrapada en los escombros del pasado. Las luces del pasado se filtraron como recuerdos. Luché por no seguir parándome sobre mis propias huellas.

Ahora me tropiezo con alguien, pero estoy sola. Me tropiezo conmigo misma. Es extraño, de nuevo me siento completamente distante de mí, en mi interior soy extranjera. ¿Habré sido desterrada de mí? Soy ajena a mí como a partir de hoy te será ajena mi historia. Me observo: solo aterradores precipicios, barrancos, despeñaderos. Intento coexistir con mi presencia. Me veo esperándome, estando donde tendría que estar; sin embargo estar a mi lado es lo más parecido a no estar; continúo preguntándome si yo soy mi único problema, si lo que más me convendría es estar lejos de mí.

Llevo mucho tiempo pidiéndole un poco más a la paciencia. Me dan lo mismo los pares que los impares. Ya no hay tiempo para desanudar los caminos enredados. No me soporto en soledad, no me soporto. Camino por el carril de partida hacia una sala de espera. Esto ya no es más que una zona de embarque. Aunque la vida esté de este lado ya yo no pude ser. No sé muy bien qué hacer conmigo. Hay una guadaña que roza mis pies. No siempre quienes se quedan son los mejores. No me busques; si cuando entres la ventana está abierta de par en par es porque yo ya me habré fundido con la nada»

2 comentarios en “Lasciami andare

  1. Oscuro y cíclico; al leer el fragmento, me sentí en uno de esos sueños – ó pesadillas? – en los cuales nos movemos en círculos y no llegamos a ninguna parte y no existe nadie más, estamos solos

    María te felicito, el fragmento es bastante conciso y nos llama a cuestionarnos

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  2. Es una inquietud que siempre nos ronda, estoy viviendo la vida que quiero vivir o la que mis ancestros me inyectaron en la sangre. No hay respuesta. Excelente tu fragmento, lo leí muchas veces y siempre despertó sentimientos diferentes

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