Parada frente a la puerta; la mirada extraviada. Parecía que sus ojos detallaban el jardín, pero yo sabía que su alma estaba fija en todo lo que había adentro de la casa. ¿Se estaba yendo o estaba llegando?
Pensé que la maleta que la acompañaba podría darme pistas o tendría algo para contarme; sin embargo, no supe leer las señales. Si llegaba querría decir que era para quedarse; si se iba no habría más, esta vez no volvería.
No quise interrumpir su silencio. Detallé su espalda. Una espalda grabada en mi memoria, no porque tuviera su desnudez viva como un retrato. La tenía grabada porque hace muchos años, en las madrugadas, al escuchar el urgente llanto de nuestros hijos, la inmediatez la hacía levantarse de la cama y dirigirse a ellos mientras yo daba media vuelta. Recordé luego que, en las mañanas, cuando yo llegaba a la cocina, me encontraba de nuevo con su espalda. Ella de frente a la ventana moviendo su energía para que la mañana iniciara de manera especial; sin importarle que luego tuviera que hacer lo mismo de todos los días.
Han pasado muchos años. Hoy, por primera vez, me di cuenta de que la suya era una espalda cansada. Por primera vez reparé en que debajo del tinte de su cabello había varios colores agotados, pero uno, en especial, se hacía más evidente: el blanco. Hoy después de tanto correr me acordé de sus silencios, aun cuando la palabra en sus ojos no daba espera. Recordé que siempre era la última en llegar a la puerta de salida, cuando la hora de partida había rebasado la frontera hacía muchos minutos. La última en sentarse a la mesa, a la espera de que todo estuviera dispuesto para la familia.
Giró la espalda para darme el frente. Comprendí que no estaba llegando. Iba de salida mientras decía: «no nos alcanzó el amor. No nos alcanzó el amor apasionado de los veinte. Lo nuestro era un amor gastado que se fue consumiendo a diario sin saber que vivíamos en una cuenta regresiva. No nos alcanzó el amor, lo siento. No estoy llegando ahora. Hoy, solo estoy buscando la salida».
Que drama! ..: Fácil que suceda, si no echamos mano a otros ingredientes como la ternura, la amistad, la complicidad, los lindos recuerdos, la tolerancia, el perdón y sobretodo una buena conexión a tierra. Pero claro, el amor fogoso de los 20 se va extinguiendo con las décadas, o quizá no es que se acabe, sino que se va transformando desde una fusión de cuerpos a una fusión de almas
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Que duras son las despedidas, aún más cuando hay amor. Me llegó al alma. Gracias por seguirme llevando Domingo a Domingo en este blog espectacular. 👏👏
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Renunciar a un amor gastado, darle la espalda a lo conocido, a lo que fue y mirar de frente hacia la salida requiere valentía y eso lo expresas con la sutileza de tus palabras.
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Excelente fragmento
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Me encanto, pero me gustaría mas, si hablaras desde la mujer, la de la espalda cansada. Pero escritura impecable
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Sin palabras… sentimientos a flor de piel
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No nos alcanzó el amor! Linda reflexión. Llegamos, volvemos… Y se repite continuamente en toda nuestra vida. No creo que el amor se gasta, es como la energía, solo se transforma y depende de cada uno en que queremos convertirlo. Huir? Volver a empezar? Continuar como estamos? O quedarnos y transformar todo
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