Me he sentado por tardes enteras en una biblioteca pública, salvaguardada por una gran cantidad de libros. Acaricio algunos, percibo el olor de sus páginas: huelen a tinta, a los adhesivos para encuadernar, al papel del que fueron hechos; siento que emanan también el olor que dejaron allí los dedos de quienes nos antecedieron en la lectura. Los libros que hojeo huelen diferente desde el momento en que mis dedos rozan el papel. Huelen a imprenta, sí, y a las personas que dejaron su identidad en esas páginas; pero ahora se percibe mi esencia que, sumada a la de los demás, hará parte de ese olor embriagante que tienen las bibliotecas públicas y las librerías de usados; una fragancia que, aunque invisible, tiene la potestad de manifestarse con fuerza salpicando la memoria, desenterrando historias.
No es solo el olor del libro físico per se, es la mezcla mágica de aromas la que me despierta recuerdos y emociones, la que suscita la nostalgia. Algo subliminal. En este caso los olores son como la huella digital de los libros. Hay algunos que seducen, otros quizás no tanto. Olfateo una realidad desde mi propia orilla dependiendo del tema que trate el libro. En los de espiritualidad encuentro un olor a incienso quemado, que desespera; en algunos libros técnicos percibo un olor a óxido; los diarios personales huelen a guardado, huelen a viejo, independiente de la edad que tuviera el autor cuando los escribió, esos libros con sus hojas amarillas, trajinadas, me recuerdan que a nosotros también nos trajina la vida; en cambio la virginidad de los nuevos huele a frescura, a novedad, a un poco de desfachatez, a estreno; un libro que no ha sido tocado desprende también un aroma a soledad, aunque a veces piense que la soledad no huele. Lo curioso es que, aunque me gusta el olor de los libros nuevos, no me va bien la soledad. Los olores que más me atraen son los de los textos de cocina, los que huelen a dulce; a niñez escondida de los padres, al placer de robar de los cajones lo que todavía no ha sido cocinado, los que huelen a magia. No obstante, debo reconocer que, con el paso del tiempo, he ido olvidando a qué huele la magia. Magia. ¿Podría la magia ayudarme a leer con el olfato?
Todos los libros tienen su aroma. ¿Será posible que esa suma de fragancias, que se convierte en una presencia colectiva de olores, permita que la particular presencia de humanidad, que se posa con delicadeza en cada página, no se pierda al ser devueltos a una estantería donde tendrán que esperar ansiosos otros dedos que los acaricien?
Me pregunto si el destino final que tengan los libros hace que emanen un olor diferente. ¿Variará el tufillo de los que han sido relegados a manos destructoras del de aquellos que tuvieron la suerte de ser libros queridos?, ¿tendrán el mismo aroma los textos académicos, odiados por algunos, que los que han sido rayados con furia por no ser entendidos?, ¿cómo variarán las exhalaciones de acuerdo con los calificativos que les hayan sido dados y las clasificaciones a las que los hayan sometido?, ¿a qué olerán los apócrifos, los plagiados, los de los poetas malditos, los que fueron a dar a la hoguera junto con sus autores? Es probable que en el olor a ceniza, que los proscribe, haya una señal.
Habrá una mezcla infinita de olores, producto de la combinación de la temática tratada en los diversos ejemplares, del final que hayan tenido, de las manos por las que hayan pasado sin embargo, esa mezcla de olores especiales se diluye cuando reparo en aquellos que están en mi tableta electrónica, los cuales dormirán protegidos por una coraza dentro de la cual, tal vez, en las noches, puedan viajar a través de la red pero, a pesar de mezclarse con todo lo que allí se acumula, solo podrán conservar el olor de mis manos porque, por ahora, lo digital no huele a nada.
Veo que has ido aumentando las palabras en tus fragmentos. Este del amor a Lis libros me encanto. Muy nostálgico, las palabras muy bien escogidas.
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Bonito homenaje a los libros hechos de papel; aquellos en los cuales no solo deja huella el autor sino también sus lectores, aquellos que le permitirían a Jean Baptiste Grenouille identificar con pelos y señales a cada uno de los que los han hojeado. Y, de acuerdo, lo digital no huele a nada.
Me gustó mucho!
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Nunca había percibido esto en los libros, buena lectura.
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Hola María : Me encantó. Gracias por compartir tu magia al escribir .
Get Outlook para Android ________________________________
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Maria T, Gracias por enseñarnos a querer y a sentir, nuestros libros de verdad, que jamás serán vencidos por los digitales. Excelente blog 👏😋👌
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Fahrenheit 451,el libro que me viene a la memoria con tu análisis, el libro no es sólo lo que dicen las letras ni las ideas que transmiten sino todo lo anexo, que solo los sentidos detectan.
La frialdad de lo digital en donde el recuerdo es sólo el tipo de tablet que utilizas y la plataforma que manejas. Ojalá haya un buen complemento
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Me atrapo la lectura del fragmento y me reafirmo en el placer inmenso de leer un libro impreso
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