Consciente de cómo se había indigestado de soledades, de ausencias, de pérdidas, de lejanías, me dijo: «Nos atragantamos de partidas, de adioses, de silencios, de secretos y, a veces, hasta de falta de despedidas. Nos hemos tenido que desprender, a la fuerza, de los amigos que se han ido, de los personajes que no conocimos, de lo que no somos, pero hubiéramos querido ser, de lo que somos y no sabíamos.
Nos enfermamos por ser, por no ser o por dejar de ser. Me gusta lo que no tengo. Nos indigesta lo que nos devuelve el espejo, la basurita que almacena el cerebro, la hartura, el miedo, la angustia, el hastío. No coleccionamos encuentros, ahora los desencuentros están a la orden del día: iba a salir, iba a llegar, te iba a encontrar, no nos pudimos cruzar, tuve que regresar».
Lo vi de frente a la desazón, de espaldas a la vida; luchando por no luchar. Peleando por existir, a media marcha, cansado. Lo vi desde aquí, desde afuera, al tiempo que una voz en mi cabeza recitaba: «Hagan sus apuestas señores, no va más, no va más, no va más».
Es tan cierto todo esto
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No va más indigestiones. Gracias mi Bloguera, cada vez más tus reflexiones me tocan el alma. 👏😋
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Me encantó tu mirada profunda y algo triste de los temores y ansiedades con los que nos reta la vida. Todos son aprendizajes que debemos afrontar con entereza y sin perder la esperanza de crecer y ser mejores seres humanos.
Un gran escrito y otro abrazo con cariño y admiración.
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Deberíamos ser capaces de manejar nuestra mente para no indigestarnos de desazón; y de felicidad uno no se indigestaría
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Indigestión? Revoltura? Mezcla indeseada que es difícil procesar.
El ying y el yang, es una realidad en nuestra vida. El caos siempre trae cosas buenas, igual que la indigestión limpia nuestro organismo, limpiamos el alma también
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