Estaba sentado en un pequeño banco calzándome los zapatos. Tendríamos que salir en poco tiempo, pero yo estaba seguro de que, como era su costumbre, no estaría lista para irnos a la hora indicada. Amarré los cordones. Levanté la mirada y la vi a través del espejo, desde allí su silueta era mi enemiga. No quería sucumbir a sus atributos.
Me levanté para observarla mejor. Di dos pasos. Solo dos pasos fueron suficientes para quedar atrapado en su reflejo. La espié con precaución mientras ella, sentada al borde de la cama, en el punto exacto en el que en un momento se está de pie y casi en el mismo momento podría estar recostada, observaba con delicadeza el paquete que yo mismo le había regalado hace unos días, ese que ahora estaba sobre su regazo. Tocó el retractilado. Lo acarició con calma, como si la transparencia del papel la invitara a seguir. Demoró para destaparlo. Tal vez no quería destruir esa ventana translúcida que la estimulaba a mirar al otro lado, pensé.
Sus dedos rozan el envoltorio. Por fin lo rasga. La imagen de la modelo fotografiada sobre el cartón es sugestiva. Es posible que ella sueñe con parecerse a la mujer que está allí retratada. Desliza el papel entre sus dedos, sin dejar de mirar la imagen y encuentra unas medias de seda. Una media de seda, pienso yo, es la antesala a… a no sé cómo decirlo. Una media de seda es como un “prohibido el paso”.
Me acomodo mejor apoyándome en la esquina de la pared. El espejo me devuelve su figura. La veo tomar las medias con las dos manos. Está absorta en la suavidad de la seda, las revisa a contraluz. El brillo la deslumbra, y yo, por mi parte, reparo como acaricia dulcemente su piel mientras aplica una crema humectante sobre sus piernas. Toma las medias con sus manos y poco a poco introduce los pulgares, como remangándolas, como queriendo llegar a la puntera al mismo tiempo que, con los dedos índice y corazón, va impulsando hacia arriba, impidiendo que lo recogido se devuelva. Su pierna desnuda, la puntera de la media sobre los dedos del pie, la falda más arriba de la rodilla.
Miro el reloj. Ella está lista. En este momento deberíamos estar por salir, pero al volver a verla en el espejo descubro, aunque no quisiera, algo que no estaba buscando. Deberíamos estar por salir, lo sé, pero esta vez soy yo quien no está listo para partir a la hora indicada.
Simplemente hermosa tu forma de describir y transmitir la emoción del amor y el erotismo a partir de un par de medias de seda tan suaves como tu narración.
Me encantó!
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